Si algo distingue al acercamiento que hubo entre Bolivia y Chile en 1950, es la propuesta chilena de “intercambiar” el mar por las aguas del altiplano boliviano, para “hacer un vergel” del norte chileno, como dijera el presidente estadounidense Harry Truman.
Esta es una de las pocas veces en que el país mapocho, a cambio del acceso soberano de Bolivia al mar, habla de “compensaciones que no tengan carácter territorial”. En palabras del presidente chileno de entonces, Gabriel Gonzales Videla, la retribución boliviana consistiría en “las caídas de agua del altiplano para promover la transformación y el desarrollo económico y agrícola de las provincias del norte de Chile, del sur del Perú y parte importante del territorio boliviano”.
Estaba en la mente de Chile, afirma el ex canciller Javier Murillo, el uso de las aguas de los lagos Titicaca, Poopó y Coipasa.
Desahucio. Al margen de la aceptación o rechazo que hubo a la propuesta chilena, ésta chocó con dos hechos que desde el principio la desahuciaban: por un lado, el carácter binacional de las aguas del Titicaca (las más importantes), y por otro, que cualquier corredor al norte de Arica rompía la unidad sociocultural entre Tacna (Perú) y Arica (Chile).
El rechazo peruano no se hizo esperar: en un comunicado del 31 de marzo de 1951, reitera que cualquier tratativa sobre el norte chileno incumbe directamente a Perú, y que las aguas del Titicaca son peruano-bolivianas.
Luego, en 1952-55, con la revolución de abril en Bolivia, se retoma la negociación, pero esta vez sin tocar el tema del mar. El ex diplomático Murillo apunta cómo, por ejemplo, en 1955 el gobierno de Paz Estenssoro firma un Tratado de Complementación Económica con Chile, el que posibilitó la construcción del oleoducto Sica Sica-Arica, pero no se toca nada del tema marítimo. Acerca de la relación boliviano-chilena, Paz Estenssoro había dicho entonces: “sincera confraternidad despojada de recelos y menguados objetivos”; el Mandatario, señala Murillo, “nunca pudo explicar satisfactoriamente a qué menguados objetivos se refería”.
El ex diplomático Ramiro Prudencio Lizón, destaca que en este momento la relación entre Bolivia y Chile sobre todo apuesta a mejorar el libre tránsito de mercaderías otorgado por Chile en 1904.
Lauca. Pero he aquí la contradicción chilena: mientras se acercaba al país, y se firmaba acuerdos de complementación, “no dejaban de trabajar, contrarreloj, los ingenieros que tenían a su cargo las obras para el desvío del río internacional Lauca”, señala Javier Murillo en su libro El largo conflicto.
El 14 de abril de 1962, cuenta el diplomático Escobari Cusicanqui, el presidente Alessandri “como un homenaje al Día de las Américas y haciendo uso de aquel derecho suyo de disponer de lo ajeno, en el momento que considere oportuno, ordenó la apertura de las compuertas y se llevó las aguas del río Lauca”.
Bolivia respondió rompiendo relaciones diplomáticas con Chile, retirándose por un tiempo del Consejo de la OEA, que no atendió adecuadamente el problema.
El desliz del presidente Truman
En una reunión de cancilleres en Washington, el presidente de EEUU, Harry Truman, tuvo la impertinencia de revelar la propuesta chilena de mar por las aguas dulces del altiplano boliviano. Para el mandatario el uso de estas aguas harían un “vergel en la costa occidental de Sudamérica para Chile y Perú”. Esto desató la oposición en Perú, Bolivia y Chile.
Las urgencias chilenas en 1950
El ex canciller boliviano Javier Murillo se pregunta qué es lo que realmente pretendía Chile con la estrategia de mar por las aguas del altiplano boliviano. En su texto, El largo conflicto, Murillo afirma que al fin de cuentas, el presidente Gonzales Videla y su canciller Wálker Martínez lo que pretendían al parecer son tres cosas:
Resolver el problema marítimo boliviano lo más lejos posible del centenario de la Guerra del Pacífico, “para despejar el peligro de que el Perú pudiera materializar sus proclamas reivindicatorias, previstas para tal aniversario”.
Obtener ventajas extraordinarias a costa de las aguas del altiplano, pese a que una de las principales fuentes acuíferas, el lago Titicaca, estaba en condominio boliviano-peruano.
Lograr, con este proyecto, un amplio apoyo de la opinión pública chilena, especialmente de las zonas directamente beneficiadas en el norte de Chile, las que frecuentemente se quejaban de la indiferencia de Santiago.
El acercamiento boliviano-chileno, además, se dio en medio del empeño personal del presidente de Chile, Gabriel Gonzales Videla, “en procura de buscar la fórmula de un arreglo definitivo con Bolivia” (El largo conflicto entre Chile y Bolivia. Dos visiones, Taurus, 2004).
El embajador boliviano de entonces, Alberto Ostria Gutiérrez, en su informe a la Cancillería había dicho en relación a una nota oficial chilena: “Se ha obtenido en esa respuesta lo que interesaba a nuestro país y el Gobierno chileno declara ahora oficialmente que animado de un espíritu fraternal hacia Bolivia, está llano a entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al Océano Pacífico, y a Chile obtener las compensaciones que no tengan carácter territorial y que consulten efectivamente sus intereses”. (Ver El largo conflicto)
Era la convicción del presidente chileno que las aguas del altiplano boliviano no sólo irrigarían el desierto, sino que también servirían para la minería del cobre y hasta “para crear la industria pesada” chilena.
Los hitos entre Bolivia y Chile
Esta es una de las pocas veces en que el país mapocho, a cambio del acceso soberano de Bolivia al mar, habla de “compensaciones que no tengan carácter territorial”. En palabras del presidente chileno de entonces, Gabriel Gonzales Videla, la retribución boliviana consistiría en “las caídas de agua del altiplano para promover la transformación y el desarrollo económico y agrícola de las provincias del norte de Chile, del sur del Perú y parte importante del territorio boliviano”.
Estaba en la mente de Chile, afirma el ex canciller Javier Murillo, el uso de las aguas de los lagos Titicaca, Poopó y Coipasa.
Desahucio. Al margen de la aceptación o rechazo que hubo a la propuesta chilena, ésta chocó con dos hechos que desde el principio la desahuciaban: por un lado, el carácter binacional de las aguas del Titicaca (las más importantes), y por otro, que cualquier corredor al norte de Arica rompía la unidad sociocultural entre Tacna (Perú) y Arica (Chile).
El rechazo peruano no se hizo esperar: en un comunicado del 31 de marzo de 1951, reitera que cualquier tratativa sobre el norte chileno incumbe directamente a Perú, y que las aguas del Titicaca son peruano-bolivianas.
Luego, en 1952-55, con la revolución de abril en Bolivia, se retoma la negociación, pero esta vez sin tocar el tema del mar. El ex diplomático Murillo apunta cómo, por ejemplo, en 1955 el gobierno de Paz Estenssoro firma un Tratado de Complementación Económica con Chile, el que posibilitó la construcción del oleoducto Sica Sica-Arica, pero no se toca nada del tema marítimo. Acerca de la relación boliviano-chilena, Paz Estenssoro había dicho entonces: “sincera confraternidad despojada de recelos y menguados objetivos”; el Mandatario, señala Murillo, “nunca pudo explicar satisfactoriamente a qué menguados objetivos se refería”.
El ex diplomático Ramiro Prudencio Lizón, destaca que en este momento la relación entre Bolivia y Chile sobre todo apuesta a mejorar el libre tránsito de mercaderías otorgado por Chile en 1904.
Lauca. Pero he aquí la contradicción chilena: mientras se acercaba al país, y se firmaba acuerdos de complementación, “no dejaban de trabajar, contrarreloj, los ingenieros que tenían a su cargo las obras para el desvío del río internacional Lauca”, señala Javier Murillo en su libro El largo conflicto.
El 14 de abril de 1962, cuenta el diplomático Escobari Cusicanqui, el presidente Alessandri “como un homenaje al Día de las Américas y haciendo uso de aquel derecho suyo de disponer de lo ajeno, en el momento que considere oportuno, ordenó la apertura de las compuertas y se llevó las aguas del río Lauca”.
Bolivia respondió rompiendo relaciones diplomáticas con Chile, retirándose por un tiempo del Consejo de la OEA, que no atendió adecuadamente el problema.
El desliz del presidente Truman
En una reunión de cancilleres en Washington, el presidente de EEUU, Harry Truman, tuvo la impertinencia de revelar la propuesta chilena de mar por las aguas dulces del altiplano boliviano. Para el mandatario el uso de estas aguas harían un “vergel en la costa occidental de Sudamérica para Chile y Perú”. Esto desató la oposición en Perú, Bolivia y Chile.
Las urgencias chilenas en 1950
El ex canciller boliviano Javier Murillo se pregunta qué es lo que realmente pretendía Chile con la estrategia de mar por las aguas del altiplano boliviano. En su texto, El largo conflicto, Murillo afirma que al fin de cuentas, el presidente Gonzales Videla y su canciller Wálker Martínez lo que pretendían al parecer son tres cosas:
Resolver el problema marítimo boliviano lo más lejos posible del centenario de la Guerra del Pacífico, “para despejar el peligro de que el Perú pudiera materializar sus proclamas reivindicatorias, previstas para tal aniversario”.
Obtener ventajas extraordinarias a costa de las aguas del altiplano, pese a que una de las principales fuentes acuíferas, el lago Titicaca, estaba en condominio boliviano-peruano.
Lograr, con este proyecto, un amplio apoyo de la opinión pública chilena, especialmente de las zonas directamente beneficiadas en el norte de Chile, las que frecuentemente se quejaban de la indiferencia de Santiago.
El acercamiento boliviano-chileno, además, se dio en medio del empeño personal del presidente de Chile, Gabriel Gonzales Videla, “en procura de buscar la fórmula de un arreglo definitivo con Bolivia” (El largo conflicto entre Chile y Bolivia. Dos visiones, Taurus, 2004).
El embajador boliviano de entonces, Alberto Ostria Gutiérrez, en su informe a la Cancillería había dicho en relación a una nota oficial chilena: “Se ha obtenido en esa respuesta lo que interesaba a nuestro país y el Gobierno chileno declara ahora oficialmente que animado de un espíritu fraternal hacia Bolivia, está llano a entrar formalmente en una negociación directa destinada a buscar la fórmula que pueda hacer posible dar a Bolivia una salida propia y soberana al Océano Pacífico, y a Chile obtener las compensaciones que no tengan carácter territorial y que consulten efectivamente sus intereses”. (Ver El largo conflicto)
Era la convicción del presidente chileno que las aguas del altiplano boliviano no sólo irrigarían el desierto, sino que también servirían para la minería del cobre y hasta “para crear la industria pesada” chilena.
Los hitos entre Bolivia y Chile
1878, diciembre
Chile convierte en un problema internacional el impuesto de los 10 centavos. Moviliza el acorazado Blanco Encalada y ordena a su agente diplomático retirar su pasaporte de la Cancillería de La Paz y declara que “renacen para Chile todos los derechos legítimos desde 1866”.
1879, 11 de enero
El prefecto de Antofagasta, coronel Severino Zapata, inicia juicio coactivo y dispone la detención del gerente de la Compañía de Salitre y FFCC de Antofagasta, el británico George Hicks, y el embargo de todos sus bienes hasta que honre su deuda con el fisco boliviano.
Chile convierte en un problema internacional el impuesto de los 10 centavos. Moviliza el acorazado Blanco Encalada y ordena a su agente diplomático retirar su pasaporte de la Cancillería de La Paz y declara que “renacen para Chile todos los derechos legítimos desde 1866”.
1879, 11 de enero
El prefecto de Antofagasta, coronel Severino Zapata, inicia juicio coactivo y dispone la detención del gerente de la Compañía de Salitre y FFCC de Antofagasta, el británico George Hicks, y el embargo de todos sus bienes hasta que honre su deuda con el fisco boliviano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario